los Oliverios, el de la película y el de la vida real,
buscaban a la mujer que supiera volar. yo busco algo menos pretencioso, sin
embargo llevo casi tres décadas sin lograr encontrar al hombre que guarde
aspirinetas en el baño. sí, las chiquitas, las rosas, esas mismas. y en esto, como los Oliverios, también soy irreductible, si no tienen aspirinetas pierden el tiempo conmigo.
el día en que fui a tu casa y te pedí de pasar al baño no quise
revisarte el botiquín, hice un esfuerzo inmenso, casi sobrehumano, para no
abrirlo. no quería que vieras mi cara de desilusión al salir con ese gesto que
han visto tantos otros sin lograr descifrar lo que había ocurrido, ese gesto de
decepción, de ruptura de algo inexplicable, ese gesto que sólo se traduce en “vos tampoco sos”.
pero no soy tan buena como para obviar la inspección de tu baño sólo para ahorrarte el interrogante de mi repentina fuga, también hay otra explicación: no quise quemar las
naves. por una vez, yo, la piromaníaca del amor decidí quedarme con el fósforo
sin encender en la mano. es tan grande mi deseo de quedarme en vos que quise salvarte
de mí, darte un changüí, ponerte en alerta. es más, quiero tanto que vos sí seas, que por las dudas te paso un
dato, en Farmacity están de oferta.