El poema es muy viejo y forma parte de Bisagra.
(cuya 2a edición ya está en imprenta, ¡gracias Azul Francia Editorial! )
Antes de ser parte de Bisagra fue parte de Migas.
Es un poema que nació para hablar del desamor. En Bisagra reapareció, también, para hablar del desamor, pero un desamor distinto al del poema original, un desamor no romántico.
Hoy lo comparto y se resignifica nuevamente. Un deseo inmenso de viajar se alza dentro mío y entre la realidad y el deseo hay (por ahora) un largo trecho. Como si los viajes, las rutas, los nuevos paisajes sólo le sucedieran a otros.
Las perdices que antes fueron un amor sin despedidas y luego la realización de un proyecto personal, hoy son un pasaje de avión. El mismo poema escrito en apariencia con un único fin aplica años después a tres situaciones distintas.
Y estoy segura que si me pongo a hurgar no se detiene ahí.
Pienso entonces en el producto cartesiano del poema:
¿Cuántas lecturas distintas puede tener? ¿Cuántos usos?
Un poco de todo eso hablamos en los talleres que dicto. Pero esta no es una entrada para hacer prensa de nada. Es más bien para decir que mientras muchos paseaban los días anteriores en el feriado de Carnaval, disfrutaban del mar o dormían siestas eternas, yo estaba en mi casa trabajando con poemas y pensando en las mil vidas de un poema.
Que la tercera parte de Bisagra incluyera poemas viejos fue toda una decisión.
Hoy, ahora, en este mismo instante, siento que estuvo bien.
Aunque probablemente dentro de unas horas vaya a pensar lo contrario.