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una esperanza:
escribir para
esclarecer.
Así arranca mi último poemario, Bisagra (2018, Azul Francia Editorial)
Mi amiga More dice siempre que hay que vivir y dejar el registro. Ella hace canciones y también escribe poesía. O sea: canta, compone, escribe. Afortunadamente para todos ustedes yo decidí que mi dejar el registro sea sólo por escrito. Canto como el demonio y no tengo oído musical. Intenté con varios instrumentos a lo largo de mi vida y no hubo caso. Me quedé con la palabra, me quedé con la poesía.
"Palabra, somos palabra" decía Liliana Bodoc, y tenía razón. Reconocer eso ya es gran cosa. Ahora, asumir los riesgos y escribirnos provoca un vértigo que no tiene parangón.
Nada tiene más fuerza que la palabra escrita. Nada. Ningún viento puede llevarse las palabras que con miedo, dolor, alegría, ovarios, desolación, esperanza, desvelo, espera, amor, frustración o desconsuelo, van a parar al papel y son publicadas en un libro.
Parecerá una pavada, porque Bisagra ya salió y ya rodó por varios ojos lectores a los cuales siempre le estaré agradecida. Pero el hecho de que ahora se reimprima, aunque sean las mismas palabras ya dichas, implica para mí un nuevo desvestirme. Reaparece ese vértigo. Reaparece con todas sus fuerzas. Y no hay con qué darle. No conozco sensación más adrenalínica que dar a conocer lo que uno escribe. El amor, tal vez. Van ahí, cabeza a cabeza. O tal vez, sean la misma cosa.
La segunda edición de Bisagra llega en marzo.
Seguramente hagamos algo chiquito para celebrarlo.