5.11.12

Constitución a las 7 de la mañana.


esta debe ser, sin dudas,
una de las primeras alarmas del verano:
que sean las 7 de la mañana
y que el sol ya empiece a picar.
ahí está la autopista ardiendo,
ella no distingue esto,
ella sí que nunca duerme,
es la verdadera insomne.
una pareja se abraza contra un caño,
él le toca el culo,
marca su cuello para que todos sepan,
ella se resiste de mentira,
porque en algunos barrios,
aunque cueste creerlo,
todavía existen esas estrategias femeninas.
latas vacías en los rincones indican
que la fiesta terminó,
uno quedó desplomado en el piso
y duerme como un ángel caído,
otros duermen ahí porque no les queda otra,
porque La Plaza es su única casa,
el piso de un solo ambiente con un techo corredizo
que quedó trabado un día 
y no se volvió a cerrar nunca más.
el café con leche de ese termo,
ya viene azucarado y le pasa el trapo a cualquier otro
de esos que venden las cadenas multinacionales
para extranjeros y oficinistas,
siempre le digo lo mismo al señor que me lo sirve,
no me lo llene tanto, que soy torpe.
se ríe. me sirve. le pago. lo agarro,
y siempre se me cae un poco.
están también los otros vendedores,
los de pilas, lentes de sol y lentes de ver
con un aumento estándar que nos iguala
en chicatez, en miopía,
están los que tienen en un mismo puesto
collares luminosos, despertadores,
promociones de alfajores
y gomitas embolsadas,
las de colores y las verdes,
siempre compro las segundas
y me indigno porque no saben a menta.
están las personas que van a trabajar,
los resignados, con la cabeza gacha,
esos que ya no se preguntan si algún 
día podrán ir a la cancha o almorzar en familia,
y están los otros, los que mejor me caen,
los que miran con rencor al menos,
a mí y a todos los que estamos yendo
a acostarnos un domingo de mañana.
está, claro, mi paso obligado,
la punta del ovillo de este poema,
la parada del “trucho”.
y al lado, por suerte,
el señor de los panchos,
siempre, sea la hora que sea,
el día que sea, el tipo está ahí,
con el puesto abierto, sudado, laburante,
es mi guardaespaldas,
es el hombre que me hace
sentir segura en cada una de mis esperas,
un día le voy a contar
el alivio que siento al verlo cada vez,
un día le voy a preguntar cómo se llama,
un día le voy a decir gracias.
está también, existe, sobrevuela,
un algo nos unifica a todos,
que nos mete en la misma bolsa,
que nos convierte en pares.
en Constitución a las 7 de la mañana
todos, por el motivo que fuera,
estamos desahuciados,
estamos rotos.
me miro y me reconozco,
soy parte de ese apocalipsis diario,
con la remera manchada de café con leche,
encendiendo otro cigarrillo,
pensando en que quiero llegar ya a casa
para ver si me respondiste
el mail que te mandé.

5 comentarios:

  1. Anónimo5.11.12

    te fuiste al carajo,
    no tengo palabras,
    sabelo.

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  2. me gusta verte correr por prostitución a la noche cual jamaiquino!!!!!!!

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  3. Anónimo5.11.12

    qué genial

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