Inés de Sautu (poeta) está armando un diario de estos días, convocando para ello a diferentes escritores. Acá está mi pedacito de cuarentena. Gracias por el convite.
San Telmo, 29 de marzo
de 2020
Cuarentena, día 10
No es algo nuevo para mí trabajar desde casa,
de manera virtual. No es algo nuevo para mí seguir una rutina, que sostengo en
estos días, levantarme 6 AM, poner la radio, hacer ejercicio, desayunar con
Axel, arrancar el día laboral. Ni siquiera es algo nuevo para mí la
incertidumbre. Animal con el que, como muchos trabajadores independientes,
aprendí a convivir hace rato. Esto de no saber qué pasará el mes siguiente,
cuál será exactamente mi salario, si los planes que tengo poseen o no asidero. Todo
eso es moneda corriente para mí. Asique se podría decir que llevo unos cuántos
casilleros adelantados si me comparo con muchos de los que están viviendo una
experiencia nueva de punta a punta.
Tampoco es algo nuevo para mí escribir un
diario. Siempre tengo uno en uso, más allá del montón de diarios terminados.
Sin embargo, estos días están llenos de
novedades. Y definitivamente, nuevo no siempre es mejor, ni luminoso, ni
alegre, ni mucho menos divertido.
Lo que sí es absolutamente nuevo es escribir en
mi diario palabras como “cuarentena”, “confinamiento”, “desabastecimiento”,
“virus”. Anotar, cada día, al lado de la fecha: encierro día tanto. Eso sí que
es nuevo. Es una cuenta progresiva y nadie sabe a ciencia cierta cuál será su
final en el almanaque. ¿Hasta dónde piensa llegar? De un día para el otro cambié
la cuenta regresiva por la cuenta progresiva. Antes de todo esto estaba
descontando los días (en mi diario, en mi heladera, en mi agenda, en mis
conversaciones con amigos, con alumnos) para unas vacaciones que ya no
sucederán. La tristeza ante ese no viaje no encuentra del todo dónde
acomodarse. Todo es tanto más grande que nuestra desilusión de habernos quedado
sin playa es un mal menor.
Nuevo es ver el barrio vacío y que no me guste.
Yo siempre me quejé del amontonamiento de gente en San Telmo, especialmente los
domingos. Siempre veneré las mañanas de invierno, cuando no hay un alma en la
calle. ¿De qué sirve la calle vacía ahora si no puedo andarla? Entre las cosas
que más extraño está eso, salir a caminar.
Nuevo es escuchar el camioncito que pasa a cada
rato diciendo por autoparlante que nos quedemos en nuestras casas, nuevo es el
ruido del helicóptero que pasa cuando no pasa el camioncito, nuevo es arrimar
la mirada al cielo y ver cómo nos sobrevuelan los drones vigilantes.
Nuevo es que mi sobrino Río haya dado sus
primeros pasos solito y no poder haber ido corriendo a ser testigo de sus
primeras andanzas. (Qué palabra hermosa, andanzas.)
Nueva es esta impotencia recargada ante la
muerte. Que haya fallecido la vieja de mi amigo Ale y no poder arrimarme a
darle un abrazo y decirle una vez más que qué mierda el cáncer. (Qué palabra
siniestra, cáncer.)
Absolutamente nuevo es tener que fumigar a Axel
cada vez que entra a casa, pasar el día entero con un nudo en la panza deseando
la hora del reencuentro, la angustia solapada, el miedo que no nombramos en voz
alta para no darle más entidad de la que ya tiene, pero ambos sabemos que está
entre nosotros. Nuevo es aplaudir cada noche a las nueve un poco también por
él, que es uno de los tantos que tiene seguir saliendo a la calle a trabajar en
medio de toda esta película.
Qué obvia resulta la analogía, ¿no? A veces lo
obvio es lo más exacto. Nunca me gustó la ciencia ficción, ni leerla, ni verla,
nada, ni un poquito. Si pudiera me levantaría de la butaca, pediría que me
devuelvan el dinero de la entrada y me iría a tomar un Boulevardier a Café
Rivas.
No quiero más cosas nuevas por estos días, no
veo la hora de volver a los viejos enunciados: “Pongo la pava, venite” “Si
estás en media hora, paso” “El domingo vamos a Quilmes” “¿Vamos a tomar una
birra?” “Pasemos a saludar a Aldo” y mi preferida en el mundo: “Vida… la noche está hermosa, ¿querés ir a dar una
vueltita?”
Mariana Kruk
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