no es muy habitual
pero sucede:
un chispazo en la
noche,
un trago que se
termina aguando
porque la charla dura
más que el hielo,
las ganas de no
guardarse
ni una sola carta
bajo la manga,
un “bueno me voy”
lo suficientemente
mentiroso
como para que
entonces
tu mano en mi
cintura,
como para que
al fin
tu beso en mi boca,
por el resto de las
noches
del amor.
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