el
invierno se instalaba
en
mis costados la tarde
en
que no recordé
qué
hilos nos unían,
por
qué fue que compartimos
las
manos, los pies, las sábanas,
las
calles, la sangre, esa ventana,
los
domingos, las estaciones, los mates,
las
rutas, los vicios, los virus.
olvidé
el detalle de tu beso,
releí
nuestro epitafio
hasta
el cansancio
buscando
inútilmente una fe de erratas.
te
desconocí en mi corazón
y
mordí tu nombre para finalizar
esa
cuestión de la esperanza,
mordí
tu nombre y me mordí la lengua,
condenándome
a un sabor agrio
absurdo,
repetido.
guardé
tu foto en un cajón
y
sólo entonces lloré
la
última lágrima de aquel amor
que
se confundió en mi taza de té.
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