arrancaba septiembre y la noche se prestaba para manga corta, vos tenías esa camisa verde que te queda tan bien cuando no la tenés puesta. habíamos estado en tu cuarto, jugando nuestro juego, escribiéndonos, estábamos entrados en copas pero igual coordinábamos las bocas (eso siempre nos salió tan bien). escuchamos una música rara para lo que eran nuestros encuentros, nos habíamos reído mucho de eso. después, como yo tenía hambre, recalentaste unos fideos en la olla más sucia que jamás haya visto, tomábamos agua en tazas de té, por un momento me sentí como en Paris, como en Rayuela, y vos eras Oliveira.
hablábamos de la muerte, de nuestro final, yo no (te) tenía miedo, al rato éramos dos adolescentes ríendo nuevamente por la música, después nos poníamos serios y sosteníamos nuestras miradas fingiendo un gesto adulto, pero nos volvíamos a tentar, y la música y las carcajadas confundidas con los besos y unas ganas de llorar que: mejor me voy a mi casa. y vos: bueno.
hablábamos de la muerte, de nuestro final, yo no (te) tenía miedo, al rato éramos dos adolescentes ríendo nuevamente por la música, después nos poníamos serios y sosteníamos nuestras miradas fingiendo un gesto adulto, pero nos volvíamos a tentar, y la música y las carcajadas confundidas con los besos y unas ganas de llorar que: mejor me voy a mi casa. y vos: bueno.
ilustración: Francisco Alemán.